Logroño no es ciudad que pueda presumir de valiosos monumentos, eso, o
que algunos de estos pasan desapercibidos bajo una capa de dejadez y porquería.
A pie de la ruta de peregrinaje, en pleno casco viejo, se encuentra nuestro
objeto de reflexión. Atravesando algunas calles con olor a orines, a veces
decoradas artísticamente con "grafitis" dignos de la pared del lavabo
de un bar, y pasando frente a unas fachadas en ruinas sin casa tras ellas, está
la iglesia Imperial de Santa María de Palacio.
Dos vagabundos se apostan en un banco situado enfrente. Otro hace
guardia en la puerta a la espera de que caiga alguna limosna. La ropa oscura y
sucia del sintecho concuerda perfectamente con la fachada, ya casi negra. Los
años y los coches han ido ennegreciendo la portada que un día visitaron reyes
como Carlos I. Célebres personajes históricos al igual que el resto del
populacho, durante siglos, se paraban asombrados a admirar la aguja de Palacio
en el mismo sitio donde ahora ven pasar las horas los dos mendigos sentados en
el banco. A pesar del panorama, estas personas humildes no son las que
desentonan, pues la parroquia realiza tareas sociales dirigidas a los menos
pudientes. Lo que resalta de esta estampa es la tristeza de este admirable
monumento histórico, sucio, desaliñado, olvidado.
Las entidades locales dan la espalda a la iglesia de Palacio. No se sabe
bien por qué esta parroquia, así como el resto de la zona, está sometida a
semejante abandono. Mientras no se para de construir a las afueras de la ciudad
pisos fantasma, o se arreglan fachadas que acaban pareciendo neveras con
ventanas en el casco, el párroco de palacio hace malabarismos por las bóvedas
de la iglesia para acceder a las torres. A parte de la poca preocupación por la
vida del cura que pueda tener el ayuntamiento, Santa María de Palacio no es una
simple iglesia, es parte del poco patrimonio histórico que tiene una ciudad
como Logroño y, con lo cual, tenemos la obligación de conservarla debidamente.
Interior de la aguja. |
Santa María de palacio se sitúa a pie del camino de Santiago. Se podría
decir que ha sido testigo de los peregrinos desde hace siglos. Pero la realidad
es la inversa, la iglesia no ve, sino que son los peregrinos los que la ven a
ella. A su paso por el camino pueden observar con expectación y sin soltar la
cámara de fotos la ennegrecida por fuera y polvorienta por dentro, iglesia de
Palacio. Y, si no quedan contentos, pueden continuar por sus calles, adornadas
con elegantes placas de hierro en el suelo para la cómoda circulación de los
coches. Si miran a los lados, tendrán unas fotos estupendas de las casas viejas
y poco cuidadas de los habitantes más humildes de la ciudad. Si tienen suerte
con el día, no advertirán el dulce olor que queda en la zona de marcha de la
ciudad a la mañana siguiente a un día de fiesta. Pero para llegar hasta allí ya
nos habríamos ido muy lejos de Santa María de Palacio, pues el casco viejo de
Logroño es tan extenso que pueden permitirse descuidar gran parte del mismo.
Esto no es real, son comentarios de hace tiempo .actualmente está bastante cuidado el casco antiguo y sus iglesias
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